Un día se presentó Pedro Guerra en mi antigua casa alquilada y preciosa de La Moraleja. Traía unas cuantas letras para que las trabajáramos juntos. Bueno, más bien traía unas cuantas letras para que yo les pusiera música.En esa época Pedro Guerra todavía no era Pedro Guerra pero estaba a punto de serlo. Me dejó tres o cuatro cosas y en ese momento me dio la impresión de que eran letras que le estaban sobrando en esos días.Quiero decir que en esa época Pedro ya tenía prestigio en el mundillo de la música y era un tipo capaz de hacer canciones y más canciones. Canciones a destajo, a porrillo, a docenas. La mayoría de nivel. Y me dio la impresión de que lo que me traía era lo que a él no le apetecía trabajar en solitario por alguna razón que desconozco. Pero era solamente una impresión, puede que estuviera equivocado.
Las leí con avidez, seguro que había alguna perla. De pronto me quedé pasmado. Ahí estaba la joya. ¿Cómo es posible que Pedro no hubiera reparado en la maravilla que me traía? Supuse que si Pedro hubiera sido consciente de tener entre sus manos una letra maravillosa se la hubiera quedado para él, para ponerle música él mismo. Algo fallaba. Pero eso ya era otro cantar. La letra estaba en mi poder y yo tenía la posibilidad de ponerle música.
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Ella le pidió que la llevara al fin del mundo,
Él pudo alcanzarla sólo al límite del mar
Y al final llegaron juntos
A un final de tantos rumbos…
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Qué bonita era, por dios, por dios, jesuspordiós…
No recuerdo el tiempo que tardé en hacerla pero sí recuerdo que a los pocos días llamé a Pedro y le dije “¡la tengo!”.
Pedro se vino a mi casa y le canté Ruido con la letra original hecha por él. Cuando estaba a punto de acabar el estribillo me paré y le dije la verdad con desesperación. “Aquí me paro porque no sé cómo seguir”…había hecho la música de la canción entera menos un verso. Ni siquiera recuerdo qué verso era. Osea, había hecho una música preciosa para una letra preciosa y me faltaban 4 segundos de canción por resolver y no sabía cómo hacer…Pedro me sacó de ese atolladero y lo que propuso nos valió.
Pocos días después fui a los viejos estudios del CES en la calle Aravaca 20 de Madrid. En aquella época hacíamos canciones como churros. Yo, cuando tenía unas cuantas, me iba al estudio de mi amigo Francisco para enmaquetarlas porque me hacía un precio estupendo. Allí grabábamos la maqueta en un día o dos y me volvía a mi casa tan contento con mi DAT o mi cassette o mi CD.
Esa vez me fui con José Romero para que me ayudara con las guitarritas de Ruido. A José se le ocurrió esa introducción preciosa de guitarra y yo la canté con más o menos fortuna. El caso es que me volví a mi casita con mi cassetillo muy emocionado. Además de Ruido grabamos otras dos o tres canciones que han pasado sin pena ni gloria, creo recordar.
Pocos días después se presentó Joaquín en casa. No recuerdo exactamente el motivo de su visita pero en esa época íbamos más de casa en casa supongo que a la caza de canciones, en búsqueda de canciones. Nada más llegar le dije “escucha esto a ver si te gusta”….y le puse Ruido. Se quedó patidifuso. Recuerdo perfectamente que me dijo “¡esta es pa mí, dámela!”. Me moría de risa! Le conté que no se la podía dar porque la letra era de Pedro y ya estaba hecha….pero Joaquín me contestó que iba a hablar con Pedro para que firmaran la letra a medias pero que él iba a meter mano ahí por cojones!. Y llegó Joaquín y redondeó la preciosísima canción. La verdad es que Joaquín la llevó a un terreno maravilloso e hizo una obra de arte…pero la original de Pedro también era buenísima, buenísima, buenísima…aunque la de Joaquín….joder….!
La letanía final que Pedro y yo hacíamos más o menos corta Joaquín quiso alargarla hasta el infinito.
Ya en la grabación del disco hubo que pisar fuerte para negociar alguna cosilla. Por poner un ejemplo, Joaquín quería que tras “se miraron un segundo como dos desconocidos” viniera un “y hubo tanto ruido….” Y yo insistí hasta ponerme realmente coñazo en que tras “se miraron un segundo como dos desconocidos” viniera “todas las ciudades eran pocas a sus ojos”…me parecía muchísimo más mágico que fuera así…por suerte, mi pelea fue dura y tragó. Con el paso del tiempo, creo que yo tenía razón.También hubo que negociar otras cosas. Joaquín quería una letanía llena de voces de gitanas y Antonio y yo queríamos voces pero no tan gitanas. Ahí se llevó él el gato al agua. También insistió muchísimo en grabarla como una rumba, ya que yo la hacía más country, más arpegiada, más paya. Él tuvo razón y la canción ganó acercándola a la rumba.
Joaquín siempre definió Ruido como la rumba con esmoquin y creo que es acertadísimo llamarla así. La rumbita elegante. La rumbita tristísima.
Una de las canciones que más satisfacciones me ha dado. Una letra que es poesía pura con grandes dosis de misterio. Una música mágica. Y la voz de Joaquín.
~Guitarrista insurgente Varona~
~Fotos de Ushuaia Enero 2007~