Que tristeza profunda me produce saber que dentro de algunas décadas, las generaciones venideras hablaran con gran desprecio sobre está época en que vivimos. Y no les faltará razón. Afortunadamente no estaremos allí para verlo, así que nos ahorraremos el oprobio y la humillación. Pero sí estarán nuestros hijos ( ya grandes) y nuestros nietos y los hijos de estos también. Y nos maldecirán y sentirán vergüenza de todos nosotros. ¿ Cómo habremos llegado a a eso ? Muy simple: siendo como somos ahora. Una indolente manada que permite cualquier cosa: desde lo más pequeño a lo mayúsculo. Desde permitir que nuestro barrio sea un basural , hasta dejar que nos gobiernen imbéciles y corruptos que solo piensan en sí mismos y que parecen no tener ni madre, ni hermanos, ni hijos, ni amigos. Desde negar derechos al prójimo hasta justificar guerras e injusticias en nombre de Dioses, Leyes e Ideologías. Ya ni falta hace que Profecías de Antiguas Civilizaciones o de Sagradas Escrituras nos alerten sobre el Apocalipsis. El ser humano ha llegado a tal degradación , que hemos destruído el lugar donde vivimos, y con él a todas las otras especies, que asisten estupefactas a semejante locura. Las generalizaciones son siempe injustas, porque hay personas que luchan a diario para hacer de este mundo un lugar mejor para vivir, pero lamentablemente no alcanzan. Las mayorías siguen jugando en contra de esos Quijotes. De una punta a otra del mundo, los ciudadanos ni se preocupan en averiguar si los dirigentes que rigen los destinos de todos nosotros tienen buenas intenciones, si tienen programas serios para afrontar los problemas , si tienen soluciones para incluir a millones de seres que viven en el olvido y la miseria. No pedimos ideas, ni programas, ni compromisos. Estamos firmando cheques en blanco por nada. Y lo peor de todo es que ni siquiera condenamos y castigamos a aquellos que traicionaron su palabra y sus promesas. Quisiera ser optimista, pero la realidad es atroz y la desesperanza tan grande, que no puedo darme ese lujo. A veces me gustaría ser un perro, una vaca, una roca, un color rojo del atardecer. Nunca tendré esa suerte. Apenas soy un hombre.
Texto de Jorge Console