Entre Dios y yo no ocurre nada. Si me ha creado no lo sé; si su Providencia me conserva, no lo noto. No conozco ni el terror de su justicia, ni la confianza en su amor, ni la bendición de su misercordia. Digo "Dios" y me envuelven las tinieblas; pierdo al instante lo único que me salva del aturdimiento ante el misterio de la rutina del Universo, que es mi pequeña capacidad de pensar (...) Yo soy demasiado concreto y finito, demasiado personal y próximo a mí mismo como para sentirme en relación, sobre todo de amor, con algo tan lejano e inconmensurable, tan dentro de sí, como es Dios. Sin embargo, a pesar de todo, contradictoria y absurda como es su idea, admito que Dios podría existir, y que tras el sentido que nuestra inteligencia acierta a descubrir en algunas cosas del mundo, podría imperar el total sin sentido de un Dios personal.
Jorge Millas