lunes, 4 de octubre de 2010

Autografo

En cierta ocasión estaba Truman Capote en un restaurante de Nueva York, siendo esa noche una de esas pocas veces en las que se encontraba lucido y sobrio. Un grupo de mujeres allí presentes reconoció al famoso dramaturgo y se le acercaron con intención de elogiar su obra y pedirle unos autógrafos.
Le ofrecieron cajetillas de cerillas y servilletas de papel para que les firmase ahí, pero el marido de una de las presentes espetó que "era un desperdicio el ofrecer tanta emoción femenina hacia un homosexual".
Acto seguido bajó la cremallera de su pantalón y sacándose el pene lo colocó frente a la cara del escritor, al mismo tiempo que le decía:
«Quizás te gustaría firmar esto»
Capote inspecciono el miembro que colgaba frente a su nariz y cortésmente respondió:
«No sé si puedo firmarlo. Tal vez sólo podré poner las iniciales»