Ayer escuché una de esas tantas definiciones del amor, que cuando escuchás suena.. realmente bien, como si fuera posible definir el amor y todo.
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Me acuerdo que hace muchos años, después de enamorarme por primera vez, llegué a la conclusión de que, enamorarse y amar eran dos cosas diferentes. Así lo sentía.Me parecía que enamorarse tenía más que ver con pensar todo el tiempo en alguien, desear a esa persona, era el lado pasional y a veces posesivo del amor, mientras que amar era todo lo contrario y a la vez, el complemento de esa pasión: amar era para mí, un sentimiento totalmente altruista, era desear lo mejor para el otro sin importar lo que ello supusiera. Amar era algo más puro y perdurable.
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También pensaba que, dadas las circunstancias adecuadas, cualquier persona podía enamorarse de cualquier otra persona.Yo sentía que, aquella primera vez, no había tenido mi oportunidad, sentía que podría haber funcionado pero no había podido probarselo a la otra persona.
Esto me llevó a, una vez que encontré a alguien que realmente me quería, darle la oportunidad de quererme (y darme a mi misma esa oportunidad con el otro).Y no funcionó. Porque no era cierto, uno no se puede enamorar cualquier persona.
Y aunque querramos a alguien mucho, profundamente y con todo el corazón... amar sigue siendo algo diferente a querer.
Cuando me enamoré (y amé) por segunda vez, después de varios años, fue diferente.En primer lugar, fue algo más real. Ya no era un amor idealizado de preadolescencia. Ya no era alguien que no conocía y de quién no sabía nada. Y no fue amor a primera vista, fue algo que creció con el tiempo hasta volverse insoportable.
Era el mismo sentimiento de antes, transformado, lo podía ver todo con mucha más claridad. La misma intensidad, pero yo era diferente. Mi corazón ya no era el mismo de antes y reaccionaba diferente.
Porque pasé mucho tiempo pensando que no me iba a volver a suceder, sentir algo así.Pero cuando pasó por segunda vez, me di cuenta que, si bien uno no puede enamorarse de cualquiera... si, puede enamorarse más de una vez.
Sólo Dios (el de Marce) sabe cuántas.
Y en mi mundo idílico eso es una verdadera cagada, porque significa que en cierta medida, uno puede elegir. No de quién enamorarse, pero si con quién compartir, con quién quedarse.