Mire doctor, yo tenía el problema del insomnio. No me podía dormir, no me podía dormir y no me podía dormir!. Y el insomnio me empezó a producir problemas en la cabeza. Crisis de identidad. Yo no sabía quién era por no dormir.
Las noches pasaban, amanecía y yo desesperado no sabía quien era. Le preguntaba a la gente: "¿Quién soy? ¿Quién soy?" Pero la gente me miraba raro.
Y así deambulé sin saber quie era hasta que superé el problema. ¿Sabe cómo? Dejó de importarme quien era yo.
Por que después me dije ¿Qué sentido tiene decir "yo, soy yo, que arrastro una historia". Después de todo somos únicamente el presente; este ápice vertiginoso que es el presente, este ápice vertiginoso del tiempo. ¿Qué sentido tiene ir arrastrando el pasado como prueba de quien somos?
"Soy el voy siendo" me dije. Entonces empezó a no importarme nada.
-¿Cómo se llama?- me preguntaban.
-Nada.
-¿Quién sos?
-Éste- respondía.
-¿Quién sos?
-Yo!!- contestaba.
-¿Quién fuiste ayer?
-No sé.
Y fuí tan feliz!!. Me quisieron como nunca. ¿Y sabe por qué? Porque no hacía proyectos, no contaba anécdotas; solamente me deslizaba por el presente como un equilibrista, huyendo del pasado a pasitos cortos, pero sin correr mucho para no atropellarme con el futuro. Con esa prudencia que tiene el que vive el presente, para no llevarse colgado el pasado y para no atropellar lo que viene. Y fuí feliz.
Pero un día me quedé dormido. Sí dormí bien. Estaba tan tranquilo y tan feliz que, desaparecidas las preocupaciones, sin saber quien era, dormí bien. Y con el buen dormir vino el recuerdo. Y con el recuerdo ya fuí alguien; y ahí se arruinó todo. Esta felicidad irresponsable de no ser nadie, este arrastrarse por el alambre del presente terminó por uno o dos buenos "apolillos".
Y entonces me acordé. Y entonces supe que algunas cosas las había perdido. Supe que algunas cosas no me ocurrirían nunca más. No solo me acordé sino que empecé a hacer proyectos. Y a preocuparme. Y a temerle al futuro porque adivinaba que allí había amenazas. Y ya no fuí feliz.
-¿Y esto le trajo alguna consecuencia?- consultó mi psicoanalista.
-Sí, el insomnio doctor.
Las noches pasaban, amanecía y yo desesperado no sabía quien era. Le preguntaba a la gente: "¿Quién soy? ¿Quién soy?" Pero la gente me miraba raro.
Y así deambulé sin saber quie era hasta que superé el problema. ¿Sabe cómo? Dejó de importarme quien era yo.
Por que después me dije ¿Qué sentido tiene decir "yo, soy yo, que arrastro una historia". Después de todo somos únicamente el presente; este ápice vertiginoso que es el presente, este ápice vertiginoso del tiempo. ¿Qué sentido tiene ir arrastrando el pasado como prueba de quien somos?
"Soy el voy siendo" me dije. Entonces empezó a no importarme nada.
-¿Cómo se llama?- me preguntaban.
-Nada.
-¿Quién sos?
-Éste- respondía.
-¿Quién sos?
-Yo!!- contestaba.
-¿Quién fuiste ayer?
-No sé.
Y fuí tan feliz!!. Me quisieron como nunca. ¿Y sabe por qué? Porque no hacía proyectos, no contaba anécdotas; solamente me deslizaba por el presente como un equilibrista, huyendo del pasado a pasitos cortos, pero sin correr mucho para no atropellarme con el futuro. Con esa prudencia que tiene el que vive el presente, para no llevarse colgado el pasado y para no atropellar lo que viene. Y fuí feliz.
Pero un día me quedé dormido. Sí dormí bien. Estaba tan tranquilo y tan feliz que, desaparecidas las preocupaciones, sin saber quien era, dormí bien. Y con el buen dormir vino el recuerdo. Y con el recuerdo ya fuí alguien; y ahí se arruinó todo. Esta felicidad irresponsable de no ser nadie, este arrastrarse por el alambre del presente terminó por uno o dos buenos "apolillos".
Y entonces me acordé. Y entonces supe que algunas cosas las había perdido. Supe que algunas cosas no me ocurrirían nunca más. No solo me acordé sino que empecé a hacer proyectos. Y a preocuparme. Y a temerle al futuro porque adivinaba que allí había amenazas. Y ya no fuí feliz.
-¿Y esto le trajo alguna consecuencia?- consultó mi psicoanalista.
-Sí, el insomnio doctor.
Alejandro Dolina