Quien les escribe ha soñado muchas veces este episodio:
Camino por la calle Urquiza, en Caseros. Soy como ahora, un grandulon
melancolico. Pero descubro que no estoy en el presente sino en los
primeros años de la decada del 50. Llego ante la casa que lleva el numero
68 y toco el timbre. Al rato sale a recibirme un nene mugriento y deconfiado.
Soy yo mismo. Abrazo emocionado al chico. Desde adentro oigo la
voz del abuelo que pregunta:
- Quien es , Negro?
Nunca he podido imaginar que algo mejor pudiera ocurrirme. Los
funcionarios del paraiso no tendran que ponerse en grandes gastos conmigo.
El libro de aventuras del regreso sigue en blanco.
Ni los Hombres Sensibles, ni los Pensadores del Eterno Retorno, ni
muchos de nosostros -que a veces creemos volver- hemos podido dar
un solo paso. Esto no nos impide ser dichosos algunas veces, a pesar de
todo. Las personas decentes nos piden madurez y resignacion . Quieren
que olvidemos nuestras tragicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos
olvidar. Y el que olvide, jamas, jamas podra ser nuestro amigo.
Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre.
Camino por la calle Urquiza, en Caseros. Soy como ahora, un grandulon
melancolico. Pero descubro que no estoy en el presente sino en los
primeros años de la decada del 50. Llego ante la casa que lleva el numero
68 y toco el timbre. Al rato sale a recibirme un nene mugriento y deconfiado.
Soy yo mismo. Abrazo emocionado al chico. Desde adentro oigo la
voz del abuelo que pregunta:
- Quien es , Negro?
Nunca he podido imaginar que algo mejor pudiera ocurrirme. Los
funcionarios del paraiso no tendran que ponerse en grandes gastos conmigo.
El libro de aventuras del regreso sigue en blanco.
Ni los Hombres Sensibles, ni los Pensadores del Eterno Retorno, ni
muchos de nosostros -que a veces creemos volver- hemos podido dar
un solo paso. Esto no nos impide ser dichosos algunas veces, a pesar de
todo. Las personas decentes nos piden madurez y resignacion . Quieren
que olvidemos nuestras tragicas ensoñaciones. Pero nosotros no queremos
olvidar. Y el que olvide, jamas, jamas podra ser nuestro amigo.
Ni siquiera cuando volvamos a encontrarnos otra vez y para siempre.
Alejandro Dolina