El pasto ya ha crecido sobre las canchas. Los chicos ya no tienen las rodillas sucias. Los pantalones de medidas infantiles no tienen bolsillos. El pavimento y las baldosas lo cubren casi todo. Mandeb quiza tenia razon. Existe una conjura universal para impedir el juego de la bolita. Alguien tiene que ocuparse de indagar las razones de este complot y -si es posible- desbaratarlo. Y hay que encontrar los quinientos millones de bolitas perdidas. Hace pocos dias, el autor de esta nota trato de dar con el frasco donde guardaba unas pocas docenas. No estaba. Tampoco estaba la caja de las chapitas, el album de figuritas ni el trompo ni los autitos con masilla. Algo malo debe estar ocurriendo.
A. Dolina