Cuentan que cierto día, el consagrado pintor Pablo Picasso estaba terminando una de sus obras en un parque. Una mujer que pasaba por el lugar lo reconoció y no dudó en acercarse.
- No lo puedo creer, usted es Picasso el gran artista, no se imagina cuánto lo admiro. Mi gran sueño es que dibuje mi retrato. Por favor, ¿podría hacerlo ahora? - preguntó la mujer, casi implorando.
De hecho insistió de tal forma que Picasso finalmente accedió al pedido. Entonces el gran maestro tomo un papel, la estudió por un momento, y con un solo trazo de su lápiz bosquejó el rostro de la mujer. Así le entregó su obra. La mujer observó detenidamente su retrato, sumamente impresionada.
- Es perfecto. No puedo creer cómo consiguió capturar mi esencia con un solo trazo, en tan solo un momento. Muchísimas gracias maestro. ¿Cuánto le debo? - preguntó antes de retirarse.
- Cinco mil dólares - respondió Picasso sin pestañear.
-¿Cómo? - exclamó la mujer terriblemente sorprendida.
- Como puede querer tanto dinero por esta obra, si sólo le tomó unos pocos segundos realizarla - prosiguió, buscando alguna explicación del pintor.
Entonces Picasso respondió con firmeza:
- Señora, se equivoca, me llevó toda la vida.