Cuando uno posa para una fotografía deberá
esmerarse en conseguir salir incólume para la posteridad. Así,
teniendo en cuenta que una fotografía puede ser el reflejo de uno mismo fijado
en el tiempo, aquel que posara para salir en una debe atender a los preceptos
básicos para legar una buena imagen de sí mismo ante los observadores futuros.
De este modo, la primera precaución a tener en
cuenta será si se quiere o no aparecer en dicha fotografía. Uno debe calcular
la idoneidad o no de dejar nuestra apariencia plasmada en un formato gráfico
que la postergue de forma más o menos duradera. Así, dependiendo del estado
anímico, la indumentaria, el tipo de peinado o ausencia del mismo, así como el
estado facial de nuestro rostro se debe valorar la conveniencia de dejarse
retratar o, en cambio, declinar amablemente dicha opción.
No obstante, si uno se siente con la suficiente
entidad estética para acometer el acto de dejarse fotografiar, entonces:
Por una parte, deberá el retratado adoptar tanto
una pose como un perfil. Este último vendrá dado por la experiencia acumulada a
través de la observación de los resultados obtenidos en anteriores fotografías.
Debe entonces seleccionarse el perfil con el que ud. suela aparecer más
favorecido en anteriores fotografías o, tanto si ud. no ha sido nunca
fotografiado con anterioridad como si habiéndolo sido no ha salido
favorecido en ninguna ocasión, deberá entonces elegirse un perfil al azar.
Al mismo tiempo se habrá de adoptar una pose
característica que le defina como ser humano. Hay que posar para las
fotografías como lo que se es o, al menos, como lo que se quisiera ser. Para
conseguirlo deberá adoptar la postura que ud. crea
conveniente asegurándose al mismo tiempo que esta pueda ser sostenida
durante varios segundos.
No de saltos, ni haga aspavientos, ni improvise na
coreografía determinada. La esencia de la fotografía consiste en captar un
momento estático en el tiempo. Y si no está ud. de acuerdo con esto puede,
entonces, hacerse grabar en vídeo.
En cualquier caso, una vez adoptada la pose
elegida se debe permanecer en la misma hasta que quien esté haciendo la
fotografía de por terminado el proceso. Así que respire por la nariz, no se
mueva un ápice y -muy importante- evite pestañear. La aparición de un pestañeo
en el mismo justo instante en que se ejecute el disparo de la foto comportará
que ud. aparezca en dicho documento gráfico con los ojos cerrados. Cada vez que
alguien sale con los ojos cerrados en una foto muere una estrella en el
firmamento.
Así que para no propiciar dicha catástrofe
cosmológica se debe promover la desincronización entre quien ejecuta la
fotografía y nuestro propio parpadeo. Por lo que para disminuir la
posibilidad de coincidencia, habiendo estudios que aseguran que
estadísticamente la mayoría de fotografías se llevan a cabo en segundos pares,
se aconseja parpadear en segundos de índole impar.
Será de este modo como habiendo ud. elegido un
perfil y una pose y procurando no pestañear en el preciso instante de ser
fotografiado, tan solo le quedará por ejecutar la sonrisa preceptiva. Así
que por muy serio que ud. sea o por muy triste que se sienta deberá en
cualquier caso esbozar una mínima sonrisa de fotografiado para la posteridad.
Para lograrlo intente pensar en algo gracioso que
le hayan dicho o en algún hecho humorístico que haya podido observar. Si a
pesar de eso la sonrisa no surge de forma espontanea, se debe entonces uno
concentrar en tensar los músculos faciales que la posibilitan procurando
hacerla aparecer de forma paulatina y consistente.
No sirve a este menester una risa hilarante, un
tic nervioso en la comisura del labio o cualquier mueca indeterminada que solo
vagamente pueda ser reconocible como indicio de dicha. Una sonrisa bien
ejecutada dotará, en cambio, de un áurea de dicha y jubilo a sus más
insignes retratos y es, a la vez, el estandarte con que cualquier buen posador
rubrique para el porvenir la fotogenia de su felicidad